Hacemos un refrito con una hermosa cebolla cortada en aros muy finos, las patas de los calamares, 3 o 4 dientes de ajo y, claro está, un par de cucharadas de pringá casera hecha poco a poco, con mucha cocción y posterior picado. Un poquito de pimentón picante (para darle sabor, el color se lo da el chorizo de la pringá), un poquito de canela (un toque curioso, pero debe ser en muy pequeña cantidad) y otro de genjibre (hace buena mezcla, desde mi punto de vista) y dejamos pochar un rato todo.
Una vez hecho todo y la cebolla translúcida y totalmente flexible, rellenamos los chipirones y los dejamos pillados con un palillo.
Ahora, en una cazuela, ponemos un poco de cebolla muy picada y la sofreímos. Añadimos un tomate picado y chafado con el tenedor, un chorrito de vino blanco, un poco de agua y un poco de sal. Vamos haciéndolo y metemos ahí los chipirones.
Para la guarnición, cocemos arroz y pelamos y rallamos en tiras largas una zanahoria. Salteamos la zanahoria y añadimos el arroz cocido y escurrido. Un poco de pimienta negra y lo colocamos como la base del plato.
Damos una vuelta a los chipirones cada 5-6 minutos, moviendo la salsa y añadiendo, poco a poco, más agua si se nos queda seco.
Finalmente, sacamos los chipirones, batimos y colamos la salsa y emplatamos.
Una base de arroz refritillo con la zanahoria, los chipirones y un poco de salsa. Están gratamente sorprendentes.
Tiempo: alrededor de la hora.
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